Carmen g. Hernández

Dra. en Comunicación

«Con las piedras que te lanzan, cuando eres visible y sientes orgullo de quien eres, aprendes a pararlas y a usarlas de mil maneras. Con las que te lanzas tú, te vas matando despacito» 

 

Hace unos días, escribí este texto en el perfil de una red social: «En mi experiencia vital como lesbiana, la mayor fuente de dolor que he vivido la ha causado el armario. Siendo visible y estando fuera del armario, me han tirado muchas piedras simbólicas (ninguna física, afortunadamente). Me han invisibilizado, excluido, ninguneado y un largo etcétera. Pero aunque eso duele, lo que más duele es cuando viene desde dentro. Cuando todo eso te lo haces a ti misma. Ese dolor es de otra dimensión. Te rompe, te enferma. Te pudre por dentro. Por eso es vital transitar el camino a la visibilidad, cada una a su ritmo, con apoyo profesional. Porque con las piedras que te lanzan, cuando eres visible y sientes orgullo de quien eres, aprendes a pararlas y a usarlas de mil maneras. Con las que te lanzas tú, te vas matando despacito». Varias amigas lesbianas compartieron el texto, dejando claro que su vivencia y opinión coincidían con la mía. 

El armario, en un mundo ideal, no debería existir. Un mundo en el que los seres humanos no sufrieran discriminación por su orientación sexual o identidad de género, no tendría sentido esconder quién y cómo eres. A quién o a quiénes deseas. O si no deseas a nadie. Pero en este, la discriminación sigue existiendo. Hemos dado pasos significativos, pero está claro que aún queda camino por recorrer. Seguimos viviendo en sociedades heteronormativas donde se te presume heterosexual y cis. El armario, para muchas personas LGTBI, ha servido como lugar donde poder mirarnos y reconocer nuestra existencia, aunque fuera solo hacia dentro. En algunas sociedades donde la homofobia es legal o ignorada, el armario se convierte en un espacio que nos mantiene con vida. Pero en sociedades donde los derechos de la comunidad LGTBI+ son reconocidos, como España,  el armario solo tiene sentido como lugar de paso. ¿Por qué? Por varios motivos.

  • El armario es tóxico. Porque te hace invisible, te niegas a ti misma. Te hace mentir. Vivir una doble o triple vida. Rechazar quien eres, repudiar tu identidad. En el armario, el riesgo de internalizar la lgtbofia es grande. El riesgo de terminar odiándote a ti o a quienes son como tú. Creer que no tienes derecho a vivir con plenitud al igual que tus amigos y hermanos heterosexuales o cis. El armario te puede enfermar psicológicamente y también físicamente. El armario mata.
  • Estar en el armario, negar tu identidad, te hace vulnerable. Si alguien te discrimina por tu orientación sexual o identidad de género en España, tienes derecho a denunciar. Pero estando en el armario, el miedo a que alguien se entere, de que te haga visible, puede privarte de defender los derechos que tienes. De los tuyos y de gente cercana a ti. 
  • El armario, con sus miedos, te dificulta el conocer gente como tú. Te arriesgas a meterte en relaciones tóxicas.  Te priva de conocer a más gente siendo tú misma.

¿Y qué supone salir del armario?¿Cómo se hace?  Es un proceso personal que no se puede imitar ni forzar. Un proceso que es mejor hacer en compañía de profesionales. Porque el armario, cuando se pasan muchos años en él, va haciendo un daño emocional que precisa ser sanado. Una sanación que toma tiempo, pero que vale la alegría llevar a cabo. Mientras sanamos el daño sufrido, podemos ir reforzando nuestra autoestima, transitar hacia la visibilidad, conocer gente comprometida con su crecimiento personal, respirar. Y tratarnos, al fin, con el respeto y amor que merecemos. 

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Carmen G. Hernández